El día que compré un compresor de aire y cómo terminó cambiando mi rutina

Es cierto que había escuchado hablar mucho de él, sobre todo a mis compañeros de trabajo, que para estas cosas se manejan muy bien y siempre me habían dicho que era esencial. Pero también es cierto que yo nunca me acababa de fiar, sobre todo porque pensaba que yo no le daría tanto uso como ellos. Sin embargo, no era consciente de que la llegada a mi vida de un compresor de aire, podría ser tan maravillosa.

Ahora se ha convertido en la herramienta que más uso en mi casa. Os voy a contar cómo llegó a mi vida y cómo se ha convertido en imprescindible. Recuerdo que lo compré casi por impulso, fue cuando vi una oferta en internet y el recuerdo de haberlo visto en videos de bricolaje cuando emitían el programa de Bricomania. No sabía exactamente para qué lo iba a usar, pero oye, si mis amigos lo tenían por qué yo no iba a tenerlo.

Es cierto que el envío que me hicieron desde AirMac Compresores fue perfecto. Llegó perfectamente y con un buen manual de instrucciones, que en estas cosas luego te puede venir hasta en sueco, y ya sabéis de lo que estoy hablando. Es cierto que me recomendaron, ya de comprar, uno bueno. En mi caso era la serie de compresores de pistón AIRMAC de 2 a 10 Hp transmisión por correas, que además venía equipada con los cabezales más potentes y fiables.

Un buen producto que viene con un lubricado con aceite y tiene un alto rendimiento a bajas revoluciones y con cilindros de hierro fundido. Los que más saben de esto me dijeron que era “un pepino” de compresor.

Todo comenzó cuando me propuse restaurar una vieja bicicleta que era de mi abuelo. Pues como es lógico, tenía las ruedas desinfladas, muchas partes oxidadas y una capa de polvo que parecía que no iba a salir nunca. Pensé que un compresor de aire me ayudaría al menos con las ruedas. Lo que no sabía era que sería el primer paso de una serie de usos que hoy ya forman parte de mi día a día.

Después de inflar las llantas, empecé a bichear un poquito. Descubrí que con el compresor podía limpiar teclados, filtros de aire del coche, herramientas eléctricas y hasta el polvo de los rincones más inaccesibles del taller. Así que fue todo un descubrimiento. En ese momento cambió completamente mi forma de mantener el garaje ordenado. Lo que antes hacía con un trapo y paciencia infinita, ahora lo resolvía en minutos. Y mi mujer estaba muy feliz porque ella no quería entrar a mi taller porque me decía que eso parecía un cajón desastre.

Con el tiempo, también lo usé para pintar una mesa vieja con una pistola neumática, y los resultados fueron que casi parecía de profesionales. Luego lo conecté a una engrapadora para tapizar una silla. Y cada vez que lo usaba, pensaba: “¿Cómo viví tanto tiempo sin esto?” La típica pregunta que te haces pero que es cierta, os lo digo de verdad.

En el día a día

Ya os digo que incluso en situaciones cotidianas me ha sacado de apuros. Algo que es tan básico como inflar balones de fútbol para los niños hasta darle presión a la manguera del jardín para limpiar la acera. Y claro como suele pasar en este tipo de cosas, mis vecinos ya me lo han pedido prestado más de una vez. Y sí, se lo dejo, ahora bien, siempre les remato con una coletilla, “cómprate uno que no te vas a arrepentir”. De momento prefieren que se lo deje yo.

Yo soy consciente, porque a mí me pasaba, que puedes creer que se necesita ser un profesional de esto. Pero no es así. No se necesita ser un experto en mecánica para usarlo. Claro, al principio hay que familiarizarse con las boquillas, la presión y la lubricación, pero en unos días se vuelve tan normal como encender la aspiradora.

Después de dos años, puedo decir que comprar ese compresor fue una de las decisiones más prácticas (y acertadas) que tomé. No solo me ahorra tiempo y esfuerzo, también me ha animado a hacer más tareas en mi casa y dejarlo todo maquillado. Es como tener una pequeña fábrica en tu casa, la verdad es que te sientes muy útil.

Así que, si estás dudando en comprarte uno, mi consejo es: hazlo. No sabes todo lo que vas a poder hacer… hasta que lo tienes. Y así no se lo tendrás que pedir al vecino, que lo mismo llega el día que te dice que no.

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