Tengo que decir que nunca pensé que el pelo pudiera influir tanto en mi vida. Ya lo decía mi abuela que donde hay pelo hay alegría, y creo era cierto como en la mayoría de cosas que ella decía.
Para muchos puede parecer una tontería, pero verme cada mañana en el espejo con menos pelo me afectaba más de lo que quería reconocer. Son cosas que se ven en el día a día. Empecé a evitar fotos, a ponerme gorras, incluso llegué a rechazar planes porque me daba mucho palo que alguien me mirara la cabeza. Poco a poco, la autoestima se me fue cayendo al mismo ritmo que mi cabello.
Encima recuerdo que por esa época echaron en la televisión una película de unos amigos que se iban a Turquía a ponerse pelos. Yo no quiero ir a ese país, pero sí que recomiendo ver la película, que si no recuerdo mal se llamaba Por los Pelos.
Un día, navegando por internet, encontré información sobre la clínica Kalón, en Sevilla. Hablaban de la técnica FUE y de resultados naturales, muy diferentes a esos trasplantes de hace años, que daban un aspecto artificial, casi como de muñeca. Me llamó la atención. No fue una decisión inmediata, porque es cierto que me lo tuve que pensar muchas veces, pero algo dentro de mí me dijo que debía dar el paso.
Cuando pedí cita, lo primero que noté fue el trato cercano que me ofrecían, que eso es algo que gusta mucho. El equipo me explicó con mucha paciencia en qué consistía la técnica FUE, y eso me dio mucha confianza. La FUE, me contaron, es la abreviatura de Follicular Unit Extraction, que básicamente significa extraer folículos pilosos de la zona de la nuca (donde nunca se caen) y colocarlos uno a uno en las zonas donde hay calvicie.
Cada unidad folicular puede tener de uno a cuatro pelos, y el resultado, al implantarlos con tanta precisión, es prácticamente idéntico al pelo natural. La verdad es que es una técnica tremenda.
Me aclararon algo que me tranquilizó mucho, el pelo trasplantado no se vuelve a caer, porque conserva la genética de la zona donante. El único que seguirá su curso normal es el que yo ya tenía en la parte receptora. Y esto es algo que siempre te preguntas cuando vas a hacer un tratamiento así.
La intervención
El día de la intervención estaba nervioso, lo tengo que reconocer, pero también ilusionado. El procedimiento tiene varios pasos. Primero me extrajeron los folículos de la nuca, después los prepararon y los separaron uno a uno. A continuación, el cirujano diseñó la zona receptora y fue haciendo microincisiones con bisturí de zafiro, de menos de un milímetro. Finalmente, implantaron cada folículo cuidadosamente. Puede sonar largo y meticuloso (y lo es), pero mientras estaba en quirófano sentía que cada minuto era una inversión en mi futuro.
Al terminar, me dieron las recomendaciones necesarias para los cuidados posteriores. Recuerdo que me miré en el espejo y, aunque la zona estaba enrojecida y recién intervenida, ya podía imaginar cómo se vería en unos meses. Era como si hubiera plantado semillas en un terreno que llevaba años árido.
Los primeros meses requieren paciencia, porque el pelo trasplantado necesita tiempo para crecer y adaptarse. Hubo momentos de impaciencia, pero el equipo me había advertido de cada etapa, y eso ayudó a mantener la calma. A los seis meses ya veía un cambio claro, y al año, el resultado era increíblemente natural. Nadie que no lo supiera habría notado que me hice un trasplante.
Cambia mi vida
El impacto en mi vida fue mayor de lo que esperaba. Con el pelo recuperé algo más importante aún: la seguridad en mí mismo. Empecé a ir a entrevistas de trabajo con otra actitud, miraba a los ojos sin sentir que me evaluaban por mi calvicie. De hecho, conseguí un empleo que llevaba tiempo buscando, y sé que parte de esa confianza que transmití se debió a que ya no arrastraba la inseguridad de antes.
Sé que cada persona vive la alopecia de forma distinta, y no todos deciden dar este paso. Pero en mi caso, el trasplante capilar con técnica FUE en la clínica Kalón fue un antes y un después. No solo recuperé pelo, recuperé autoestima, confianza y ganas de seguir creciendo, tanto personal como profesionalmente.
Si alguien me preguntara si merece la pena, tengo claro que voy a decir que sí. Porque no se trata solo de estética, se trata de cómo te sientes contigo mismo, y de cómo eso transforma todo lo demás.
				
															
								
								
								
								
								






