Queramos o no, las drogas están en nuestra sociedad. Tanto las legales (tabaco, alcohol. Café) como las ilegales. Asociamos su consumo a determinadas rutinas o situaciones; sin embargo, todas ellas producen un deterioro físico y una dependencia psicológica. Intentamos derribar en este artículo, algunos mitos relacionados con ellas.
Uno comienza a consumir una droga por experimentar o para integrarse en un grupo. Con el tiempo, en algunos casos, su consumo se hace habitual y el consumidor se crea una justificación mental para seguir consumiendo.
Sucede con el alcohol, quizás la droga dura más aceptada socialmente. Alguna gente identifica salir de fiesta con beber. Su objetivo es alcanzar un nivel de embriaguez determinado, con el que se sientan a gusto. Eso, una y otra vez. No entienden el ocio sin la bebida.
También les pasa a algunos cocainómanos. Piensan que no pueden salir una noche de fiesta sin llevar una papelina en el bolsillo. Llega un momento, que es tal la ansiedad que tienen cuando se les acaba la droga, que tiene más fuerza volver a comprar cocaína que las ganas de pasárselo bien.
Los terapeutas de Sinopsis, un centro para tratar las adicciones, situado en Figueras, Girona, nos indican que cuando un individuo siente que sufre algún problema de adicción es el momento de buscar ayuda profesional.
Hay que aprovechar la situación. Por lo general, los adictos no suelen reconocer su problema y su voluntad suele ser bastante volátil. No es por ellos, son los efectos de la dependencia.
Estas son algunas falsas ideas asociadas al consumo de las drogas.
Las drogas me hacen más interesante.
Hay quién considera las drogas como un instrumento o una ayuda para relacionarnos con los demás. Es cierto que el alcohol y otras drogas, en un primer momento, te hacen sentirte desinhibido. Hace que perdamos la vergüenza y nos muestra menos tímidos. Sin embargo, una persona en un estado de embriaguez alto, principalmente lo que parece es patético. Pierde todo el interés que, en un principio, podría suscitar.
Fumar marihuana, en España y para determinadas generaciones, se ha considerado un rito social, grupal, colectivo. No hay nada que aísle socialmente más que los efectos de la marihuana. La persona que ha fumado se encuentra abstraída del mundo. Percibe lo que hay a su alrededor como una nebulosa. Está metido como en una burbuja de aire dentro del mar.
Hubo una época en la que fumar marihuana era un signo de rebeldía, de alguien crítico con la sociedad, contestatario. Poco se puede hacer contra las injusticias si uno está fumado.
Los adictos a las drogas suelen relacionarse con personas que comparten su misma adicción. Los consideran sus amigos. Pero lo que realmente les une es la afición por consumir una determinada sustancia. Son compañeros circunstanciales de viaje.
Las drogas son buenas para el sexo.
Está extendida la idea de que practicar sexo después de haber consumido marihuana o cocaína produce una experiencia altamente placentera. La revista digital Cuídate + es muy clara en este tema.
Para empezar, con el alcohol, que aparentemente nos hace ser más cariñosos y despierta nuestros instintos sexuales, es un depresor nervioso. Disminuye la testosterona y aumenta los estrógenos. Tan solo, con dos o tres copas de licor en sangre, se suprimen levemente la erección y la eyaculación. Los hombres y mujeres que beben alcohol con frecuencia presentan un alto índice de anorgasmia.
El cannabis, marihuana y hachís, disminuye la lubricación vaginal, lo que hace el coito más doloroso. El 15% de las mujeres consumidoras de marihuana se quejan de sequedad vaginal a la hora de practicar sexo. Dice el doctor Amaltea, que un consumo continuado de cannabis suele conducir al desinterés por el sexo, tanto en mujeres como en hombres.
Una de las leyendas urbanas que han cogido fuerza estos últimos años es el binomio sexo-cocaína. La cocaína ha demostrado ser un analgésico local, lo que disminuye la sensibilidad genital y, por tanto, el placer. Se conocen casos de hombres que, tras esnifar, han sufrido disfunción eréctil y priapismo, una malatía que se manifiesta en una erección dolorosa y prolongada.
El consumo habitual de cocaína genera la pérdida del apetito sexual y conduce a la anorgasmia.
Lo dejo cuando quiera.
Está en boga el consumo responsable de drogas. La idea de que tú puedes tomar una droga y dejar de tomarla cuando quieras. Cuando el consumo se hace habitual, ese poder que tienes sobre la sustancia va desapareciendo. Señala el blog Cuidate Plus que los narcóticos generan dependencia física y psicológica, sin darnos cuenta. De las dos, la dependencia psicológica es la más peligrosa.
Sucede con una droga tan sencilla como el tabaco. Un fumador, que deja de fumar, supera la dependencia física en cuestión de días. Sin embargo, la dependencia mental puede acompañarlo durante años. Muchos ex-fumadores, aunque pase el tiempo, sienten la tentación de fumarse un cigarrillo cuando están tomando una taza de café en una terraza o están en un entorno en el que más gente fuma.
Es conocido el síndrome de abstinencia que producen los opiáceos como la heroína. Pero una persona, adicta a la cocaína, que deja de consumirla, le genera ansiedad, aceleración anormal del ritmo cardiaco y un estado de inquietud nerviosa, que para paliarlo debe consumir cualquier droga. Por eso, los cocainómanos son tendentes a convertirse en poli toxicómanos. Como ninguna otra sustancia les produce un efecto parecido, deben estar drogados gran parte del día para mitigar la ansiedad.
Dejar las drogas no es un problema de voluntad. Lo dejo cuando quiero. Algunos científicos han descubierto, en personas con un historial de adicciones, alteraciones en las regiones del cerebro, responsables de la voluntad y el autocontrol. No se ha determinado categóricamente si estas anomalías son fruto del consumo o anteriores a él.
Lo cierto, es que la droga va generando una dependencia silenciosa en el consumidor, de la que él no es consciente cuando se produce. Esto hace que para dejar las drogas sea recomendable buscar ayuda externa.
Las drogas ayudan a afrontar situaciones negativas.
El dicho que dice: “no hay mal en el mundo, que el vino no pueda curar”, o la frase tan manida de “bebo para olvidar”, no son más que justificaciones de un bebedor.
Lejos de ayudarnos a solucionar los problemas, el consumo descontrolado de drogas es una fuente de complicaciones. Una persona que consume drogas de forma descontrolada, llega un momento en el que, en lugar de evadirse de la realidad, la realidad le come. Por la situación en la que se encuentra, deja de trabajar, deja de preocuparse por sus seres queridos, deja de atender sus responsabilidades y deja de cuidarse a sí mismo.
Su vida gira en torno a la droga. O está colocado, o está sufriendo las consecuencias del consumo, por ejemplo la resaca, o tiene ansiedad y lo único que desea es volver a tomar su dosis. Un adicto es inoperativo en muchos aspectos, tanto profesionales como de su vida diaria. Eso, sin contar, que para volver a consumir es capaz de hacer cosas, que en otras circunstancias él mismo rechazaría, como roba y mentir.
Cuando uno tiene problemas y está drogado, los problemas no desaparecen. Evadirse de la realidad no la cambia. Cuanto más tiempo tardemos en afrontar las contradicciones, más nos costará resolverlas.
Es cierto, que en algunos momentos, la situación nos supera y que los acontecimientos nos abruman. Tomar un poco de distancia y pensar con la cabeza fría es suficiente para tomar acción. Dar un paseo con amigos, tomarnos un tiempo de relax, cambiar de actividad por unas horas, puede ser los que necesitemos para enfrentar los problemas.
Las drogas nos hacen estar alegres todo el tiempo.
Hay que aclarar que la tristeza y el aburrimiento forman parte de la vida. No es que sean el aspecto dominante, pero hasta las personas felices, pasan por momentos tristes. Hay que dejar que aparezcan y se vayan.
Frente a eso, la idea de que la droga es una fuente de alegría, es falso. La vida de los adictos es más bien desdichada. A medida que consumen droga durante más tiempo, la sustancia deja de producirles la satisfacción que les reportaba. Necesitan aumentar la dosis y tomarla con más frecuencia para percibir sus efectos. Terminan tomándola para calmar la ansiedad, no para experimentar placer.
La existencia del adicto es un continuo sufrimiento que solo logra atenuar cuando toma su dosis. Es como el medicamento de una enfermedad grave, pero que le está destruyendo, en lugar de curarle.
La droga no te da libertad. La droga te encadena. Te domina. El adicto es incapaz de tomar decisiones, sus acciones las determina la necesidad de consumir. Ha perdido el interés por cualquier cosa que no sea la sustancia de la que se ha vuelto dependiente.
Cuando alguien cambia su vida de esta manera tan radical, necesita justificaciones para continuar haciendo lo que hace. Debe convencerse a sí mismo y excusarse ante los demás. Esta es la razón de los falsos mitos que se han creado en torno a las drogas.